Había una vez una señora llamada María. Era feliz y
hermosa, pero un día se encontró una monede dorada muy extraña junto a un árbol
tan alto que parecía tocar el cielo azul con sus ramas cubiertas de hojas
verdes.
La moneda era
suave, María llego a pensar que era imaginaria, era imposible quebrarla y al
caerse creaba un sonido casi omnipresente al tocar el suelo, un sonido
hipnotizante e inercial. Lo último que hizo María fue dejar la moneda en el
suelo y marcharse a su casa.
A la mañana siguiente al despertarse, María se
encontró con la misteriosa moneda. Asustada tiró la moneda a la tierra yerma de
su jardín, pero al rato volvió a aparecer delante de ella. Esta le susurró
algo al oído :Yo soy la moneda de la suerte y te he elegido para que me tengas
como tu objeto mas preciado. María orgullosa decidió quedársela y guardarla
para siempre.