UNA AVENTURA INOLVIDABLE
Pablo era un niño de 12
años. Vivía en un pueblo de la costa de Almería. Era muy valiente y le gustaban
las aventuras. Su familia era pobre. Un día estaba en el colegio y había sonado
el timbre del recreo, pero la profesora de música le dijo: “¡Pablo, por haber
estado haciendo tonterías en clase te quedas sin recreo!” “¡Pero si yo…!” ”¡Silencio!”.
Pablo estuvo media hora
merodeando por la biblioteca hasta que descubrió un libro más grande y viejo
que los demás. Cuando lo cogió vio detrás del libro un ladrillo que sobresalía.
Lo intentó sacar pero no pudo. Lo volvió a intentar y ¡plaf!, lo sacó. Dentro
de la pared había un papel viejo y sucio. Lo cogió y lo miró. “¡Es un mapa!”.
Cuando salió del
colegio fue corriendo a su casa y llamó por teléfono a sus amigos: Carlos, que
era el más listo, Javi, el más ágil y Jorge, el más fuerte. Se reunieron en
casa de Pablo y prepararon una mesa para estudiar el mapa. “Creo que aquí pone
la Isla Pitica”, dijo Carlos. “Esa isla está a 15 kilómetros del pueblo”,
comentó Jorge. Estuvieron pensando un buen rato y de pronto Javi dijo: “¡Tengo
una idea! Podemos hacer un barco con los restos de las obras que están haciendo
en mi casa” “¡Genial!” gritaron todos a coro. “Quedamos mañana en mi casa a las
12 horas”, dijo Javi.
Al día siguiente habían
cogido 5 tablas de madera para el suelo del barco, 3 cuerdas para sujetar las
tablas, 2 neumáticos para que el barco flotase y un palo alto con un trapo como
bandera. A las 14:00 horas zarparon en busca del tesoro. Se llevaron muchas
comida y agua. También se llevaron materiales prácticos, como cuerdas para
trepar y linternas para ver en la oscuridad.
Ya llevaban media hora
remando hasta que de repente vieron la isla. “¡Qué fácil ha sido!”, dijo Pablo.
Pero a lo lejos vieron una aleta gris que se acercaba. “¡Un tiburón!”, gritaron
todos. Asustados, remaron lo más rápido posible hacia la isla, pero el tiburón
cada vez se acercaba más. “¡Ya casi estamos!”, dijo Carlos. Salieron del barco
rapidísimo y lo dejaron en la orilla. “¡Por los pelos!”, se alivió Jorge, y
todos empezaron a buscar el tesoro con las flechas y cruces del mapa.
Al final lo encontraron
y excavaron en el sitio marcado. “¡Aquí está!”, gritaron. Volvieron por el lado
contrario de donde estaba el tiburón y llegaron enseguida a su pueblo. La
familia de Pablo repartió el dinero entre todos los del pueblo y ya nunca más
volvieron a ser pobres.
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